
Hace tiempo que dejó de ser noticia que Francisca Valenzuela regrese a Buenos Aires, donde estuvo un par de semanas atrás y donde se presentará este sábado para poner punto final a Vida Tan Bonita Tour en el club La Trastienda de Buenos Aires, tras un año de gira que incluyó una presentación en la última edición de “Rock al Parque” en Bogotá y un concierto histórico en Santiago de Chile.
“Estuvimos filmando un video para una colaboración”, cuenta la cantante chilena, que celebró el fin del 2022 con el estreno de una nueva versión de “Salú” junto a Los Auténticos Decadentes, mientras prepara su participación en The Voice Chile, sumándose al equipo de coaches integrado por el cantante venezolano José Luis “Puma” Rodríguez y el cantante de La ley, Beto Cuevas.
A casi un año de su último show porteño, Valenzuela, que atiende el Zoom de estricta blusa y gorra negras y con lentes que disimulan el cansancio del vuelo matinal que la devolvió a la capital transandina -después de dos noches de recitales en Frutillar, en el extremo sur de su país-, dice que poco tendrá que ver esta nueva presentación con aquella de Niceto.
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Confesional y feminista
“Vamos hacer un show muy confesional. Dinámico, con momentos eléctricos, estridentes inclusive, pero también con momentos super íntimos. Va a ser diferente, además, porque estamos haciendo un repertorio nuevo”, adelanta.
Y enseguida explica: “Para mí, los shows son un reflejo del momento. Los armo de acuerdo a lo que me está pasando actualmente. Y en ese sentido siento que el de Niceto era más popero, y este será más íntimo. Quiero dedicarme a tocar un poquito más el piano y a mostrar mi lado más de cantautora. Pero eso no quita que sea full banda, con luces, visuales y todo lo demás.”
“Pero además -cierra- diría que es un show atrevido, femenino y feminista”, en el que voy a aprovechar que no tengo el límite de tiempo que hay en los festivales para compartir, comentar y que la gente me conozca un poco más a mí, y no solamente a las canciones.”
—¿Qué es un show feminista?
—Creo que es un concierto donde, en mi caso, tengo un repertorio con canciones que tienen perspectiva de género, que hablan acerca de la experiencia de ser mujer en el mundo; algunas de manera más explicitas, con un mensaje concreto ya sea de crítica o empoderamiento, y otras más confesionales ,subversivas a partir de esa honestidad, ¿cachai?
Hay una visibilidad de ciertos temas que quizá no son los más recurrentes entre las temáticas de mujeres. Así lo sentía mucho al principio de mi carrera, cuando hablaba sobre tener rabia o sentirme como inadecuada, o sobre el sexo y cosas así. Y la gente, era como: “¿Por qué te quejas tanto?”, “¿Por qué sos tan histérica?”, o “mejor te calmas”.

Tenía una sensación constante de que había ciertos temas o maneras de ser que eran legítimos, y que lo otro era música de mujeres, que quedaba relegada a los márgenes del Hall of Fame del rock and roll. ¡Jajajaja!
Entonces, hay algo feminista en decir y visibilizar ciertas cosas que para mí han sido orgánicas y naturales, pero que encierran un valor porque son testimonios muy honestos de superación, de realización y de cuestiones que fueron quizá, en su momento, socialmente muy invisibles.
—¿Te llegas a dar cuenta de que hay hombres que se apoderen de ese discurso para hacerlo propio, porque sus sensaciones no son tan distintas; solo que no son mujeres?
—¡Sí! Y me encanta que eso pase. No creo que el feminismo esté atado a tu anatomía o a tu identidad de género. Pienso en el concierto de anoche, cuando cantaba canciones como Dulce, o Insulto, y ahí estaban la comunidad queer, las familias, los papás; había un grupo de chicos todo así, como guapos… ¡Eso me encanta! No siento que haya una apropiación.
Uno hace suyas las canciones y las realidades son compartidas. Yo he sentido que en la comunidad que he podido construir en Chile y fuera del país ese código está incorporado. Mis conciertos tienen esa cercanía, esa conciencia, ese feminismo, ese cuidado. No veo el feminismo restringido a mujeres únicamente como un discurso de cambio social. Para mí es una invitación colectiva con un perspectiva humanista.
Canciones pandémicas para todos los tiempos
Publicado en mayo de 2022, Vida tan bonita, el leit motiv de la gira que la trae de nuevo a la Argentina, condensa una decena de canciones concebidas durante la pandemia, a excepción de un par que confirman la regla. Sin embargo, la cantante, compositora y también eso que llaman “activista”, asegura que ya trascendieron ese límite sanitario.
“Creo que, más allá del contexto que potenció ciertas emociones cuando fueron escritas, tienen cierta transversalidad que perdura en el tiempo. Mundos separados es muy explícita; sin embargo, es una metáfora del distanciamiento que puede producir una ruptura; Despierto, que la escribí durante el estallido social en Chile, nació con esa sensación de desesperanza, por una parte, pero por otra lo hizo como un abrazo colectivo, cuando digo eso de que quisiera ser un puente y proteger tus ojos”, explica.
Y agrega: “Hay algo como muy asociado a una foto, pero es un sentimiento que creo que está ahí siempre, un poco como flameando. Como esta añoranza de un colectivo, de un cuidarse, de establecer una conexión a través de la sociedad con el otro.”
Valenzuela sigue repasando en voz alta lo que piensa de sus propias creaciones, y en ese camino insiste en que no le parece que éstas, en particular, hayan chocado contra las murallas de un tiempo específico de nuestra historia más reciente.
“Irónicamente -señala- las canciones que son más abstractas, como Castillo de cristal o Ultimo baile, al no ser específicas, pueden perdurar en el tiempo o puede que eso no pase. Tienen un mensaje que es muy importante y describen emociones que son igualmente válidas hoy.

—Las canciones son escritas a partir de ciertos disparadores, pero después sus contenidos bien se resignifican o adquieren tantos sentidos como gente hay que las escucha. Muchos cantamos alguna vez “Let’s Give Peace a Chance” como un himno contra la guerra, pero cuando te llama una prima desde Ucrania y te cuenta lo que están haciendo los rusos allí, sentís que la única manera de darle una oportunidad a la paz es ganando la guerra. Se acabó el romanticismo.
—Son reflexiones interesantes… Partiendo de lo más amplio, no sé. Soy creyente en la creatividad y en el arte como una gran cosa; sin embargo, uno también sabe que la canciones no cambian la sociedad. La cambian las personas, la políticas públicas. El arte tiene un poder de activación y visibilización, que es muy importante. Además de la identificación que produce, Creo que el valor ahí, en lo que tú dices, es la identificación.
Yo, en un momento de colectividad me siento empedrada, y juntos, cuando cantamos, me siento parte de algo y siento que la canción es como un hilo que nos está uniendo. Cuando tengo rabia pongo un disco de Rage Against y me digo que me siento como ellos, aunque estén en otro lugar del mundo. Nos une y me identifica su frustración y su rabia.
Ahí hay un valor intrínseco de la obra. Pero que tenga un impacto o cambie algo creo que pasa por la experiencia de la persona y su vÍnculo con la obra. Creo que es muy interesante, porque puede ser que una canción se resignifique. Pero creo que es increíble también cómo una canción es como un testamento de las problemáticas universales de la humanidad, que se repiten una y otra vez.
—Un músico de jazz me decía alguna vez que no hay nada nuevo en el género, pero que para su hijo, que escuchó a Dizzie Gillespie por primera vez en los ‘90, eso era algo nuevo.
—Es lo mismo que pasa con las canciones de la Nueva Canción Chilena que mis papás cantaban en los ´60 o ‘70, que son las que descubrí a mis 15, tres décadas más tarde. Y con las que yo escribí hace 10 o 15 años, que hoy siguen siendo igual de relevantes. Pero sí me parece que no puedo sino pensar que hay un valor a través de la creación, que puede unir, activar y desde la persona que crea sucede una interacción que puede ser nutritiva para algo.
—¿Por ejemplo para qué?
—Para sobrevivir, para descomprimir… Cuando era muy joven y medio punketa, escuchaba a los músicos superhippies decir que una canción iba a cambiar el mundo o cosas así. Y yo decía “de acuerdo amigos, en que las canciones son bacanas, pero las corporaciones, los presidentes, el 1% que manejan el mundo… ¡Jajaja!
Entonces, soy muy creyente en el poder de transformación de la cultura popular, especialmente desde el individuo. Creo que pasa algo ahí, que nos va uniendo. Y creo que ahí sí hay un poder, en ese reconocimiento, en esa colectividad. Y la música y el arte son una herramienta para lograrlo.
De la canción a The Voice
—Desde el prejuicio, uno piensa que los programas como “The Voice” no tienen mucho que ver con el arte y con la música entendida como tal.
—Me han preguntado sobre eso, pero hasta el momento todo ha sido super fluido. Siento que tengo la oportunidad de participar siendo yo. ¿Cachai? No siento que tenga que hacer un personaje ni nada, y puedo traer mi genuino interés, capacidad y curiosidad por la música, y participar desde ahí. Y eso está bueno.

—¿Eras espectadora de ese tipo de programas?
—La Voz gringa la vi mucho. La de Chile no tanto, porque no he estado y nos la pasamos viajando tanto que no me dejó tiempo para seguirle la pista de manera continua. A mí lo que me gusta es que entre los programas de televisión de ese tipo es el más musical. Encuentro que la gente que participa, la onda de la orquesta que está ahí… Somos todos músicos y estamos comprometidos con la música, pero de verdad. Eso es muy rico y super escaso en la TV.
—A mí me da la sensación de que obliga a los participantes a cambiar su perfil artístico para responder a lo que se espera de él. Y terminan dejando de ser lo que eran, para agraciar a la audiencia y al jurado.
—Puede ser que pase eso. Entiendo tu punto de vista. De seguro que uno reconoce que está en unos parámetros y un contexto televisivo que tiene ciertos requerimientos y ciertas expectativas. Creo que eso es cierto. Sería ingenuo pensar que no hay cierta expectativa de parte de la producción. Sin embargo, siento que por el momento voy con un punto de vista muy genuino musical.
Desde ya, en las entrevistas estoy buscando personas que tengan cierta identidad artística, y no solamente la mejor voz. Creo que si hay algo que puedo aportar es el desarrollo artístico y ayudar al artista a acercarse a lo que quiere ser. No busco la voz más virtuosa; no es mi fortaleza ni es lo que me interesaría desarrollar.
Eso es lo interesante, y ojalá se pueda dar esa diversidad de identidad para que se conserve y potencie. Creo que hoy en día, es super importante la identidad artística. Siempre lo ha sido, pero hoy especialmente, en el mundo de las redes sociales o el relato, el Tik Tok o lo que quieras, tener una identidad artística, un punto de vista, ser único, ser original, es un gran valor.
—Hace un par de días, Fito Páez dijo en Chile que, más allá de que hay grandes artistas en las nuevas generaciones, la generalidad ofrece una música cada vez más pasteurizada, en la que melodía y armonía están cada vez más ausentes.
—Es interesante. Yo tiendo a ser super poco puritana musicalmente. Entonces, a mí no me causa preocupación alguna ni me llama la atención cierta predominancia de tendencias o cosas así. Lo que me preocupa es cuando se potencia un solo tipo de música mediáticamente, sin que quede espacio para otras cosas. Pero hay una evolución natural.
En el tema melódico y armónico, si uno hace un Zoom a lo musical, creo que pasan cosas interesantes también. Se empiezan a destacar o a valorar ciertas cosas que quizás antes eran valiosas pero que ahora toman mas predominancia. Quizás hay música menos elaborada, desde una perspectiva; pero tal vez melódica o rítmicamente tienen una elaboración que antes no tenía y que resuena con el aquí y ahora.
Siento que si estamos en un mundo como más rápido, también quiero canciones que me nutran como en memes, como en pedazos, versus la clásica historia. O quizá ese tipo de música es para un momento y la otra es para otro momento. Creo que se está exacerbando ese tipo de playlisting, con música para un mood, música para otro mood. No sé si tengo la explicación, porque siempre estoy haciendo lo que me nace hacer, calce con los tiempos o no.
—¿Sentís que esos condicionantes intervienen en tu proceso de composición?
—Creo que la opinión, el prejuicio o la preocupación desde el lugar más exitista me aparecen todo el tiempo. Pero aunque aparezca, no le Iago caso. Siempre aparece el ruido de fuera, la pregunta de si tendría que hacer algo que se parezca a tal cosa para que tenga la ilusión de un éxito mayor, para llegar más allá de lo que he llegado. Ese diálogo interno que no se siente ni artístico ni natural, aparece.
Pero creo que en mi caso tiendo a ser bastante atrevida y ecléctica. Voy explorando cosas que me parecen interesantes, y si son cómodas para mí o las siento auténticas, sea urbano o bachata, si puedo ser yo en esa fórmula, lo voy a hacer. Entonces, no me siento presionada ni necesariamente influenciada por eso, porque siento que nunca nació de ahí mi proyecto.
Siempre traje a la mesa una identidad, una historia, un punto de vista, una manera de componer o cantar que se construyó con su propio mundo, y pude crecer desde ese mundo hacia fuera. Seguramente a veces se va a topar con cosas que tienen que ver con tendencias, con momentos, con sonidos…
Y sí que me gusta andar explorando cosas, no quedarme entrampada en una sola cosa, colaborar y crecer. Pero no siento que esté como con la intención de subirme a un sonido o a una tendencia o a un estilo del momento, si no tiene que ver conmigo.
* Francisca Valenzuela se presenta este sábado 4 de marzo en La Trastienda (Balcarce 460-CABA).
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